Cerca de 5.000 miembros de la facción ortodoxa de Haredi Eda, protestaron en Jerusalén en la plaza Shabat del barrio de Mea Sharim en contra el cambio en la ley de servicio militar. Los miembros del grupo extremista no reconocen el derecho del gobierno secular en ellos.
La protesta comenzó con una oración y continuó con los niños muy pequeños marchando encadenados el uno al otro y portando carteles que decían: “Sálvenme”.
Los judíos ultra ortodoxos manifestaron contra la posibilidad de que el Gobierno israelí ponga fin a su histórica exención del servicio militar obligatorio, a través de un proyecto de reclutamiento universal que debate actualmente el Ejecutivo.
“Su objetivo es claro: quieren separarnos de la fe”, proclamaba otra pancarta sostenida por Yosef, un joven de 18 años, que considera “terrible” la ley que prepara el Gobierno del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.
Los ultra ortodoxos han eludido hasta ahora la obligación de realizar el servicio militar (tres años para los hombres y dos para las mujeres) con el argumento de que necesitan todo el día para estudiar los libros sagrados en una escuela religiosa y el uniforme les quitaría el tiempo preciso para ello.
A raíz de varios recursos por parte de grupos de reservistas, el Tribunal Supremo declaró inconstitucional el pasado febrero la exención de los ultra ortodoxos del Ejército e instó al Gobierno a buscar una solución no discriminatoria antes del próximo 1 de agosto, cuando expira la ley actual.
La concreción de la nueva ley está creando serios problemas al Ejecutivo de gran coalición del primer ministro, Benjamín Netanyahu, atrapado entre los partidos religiosos, que amenazan con abandonarlo si se recluta a los ultra ortodoxos, y los nacionalistas, que demandan un servicio militar sin excepciones para nadie.
Cuando se fundó el Estado de Israel, en 1948, los ultra ortodoxos representaban una pequeña parte de la sociedad, pero sus elevados índices de natalidad les han llevado a ser ahora cerca del 15 por ciento de la población del país.
Los analistas creen que el deseo del primer ministro de aumentar el personal militar es otro paso para la preparación de una inminente guerra contra Irán.
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